lunes, 1 de junio de 2015

LA PRIMERA EN LA FRENTE.


El día dos de mayo según lo previsto en agenda partimos con ilusión a conocer Islandia, soñando que a las seis y media de la tarde arribaríamos al aeropuerto de Reykiavik. Sin embargo,  a esa hora estábamos tirados como “colillas” en el aeropuerto de Londres,  sin saber a qué hora partiría nuestro avión, era el único con demora de los cientos que estaban anunciados en los paneles informativos, nos contaron que había tenido que regresar a Moscú por problemas técnicos. Y nosotros que habíamos prometido a la señora del alojamiento que no llegaríamos más tarde de las 22 horas, ya como algo excepcional,…¡ILUSOS!. No sé o no quiero recordar la de horas que estuvimos allí, ni a qué hora llegamos.
 

Al menos, habíamos sido previsores y llevábamos alquilado el coche, vía internet , con una compañía cuyo nombre no quiero publicitar, ni recordar. En fin, los pobres de la agencia de alquileres estuvieron, a pesar de los pesares, esperándonos a la llegada, y eso que la demora fue apoteósica. Nos trasladaron a sus oficinas a recoger el vehículo junto con otra pareja de franceses. Y como la otra pareja llevaba un bebé les atendieron antes a ellos, (lógico). Nos vimos en la obligación moral de contactar telefónicamente con nuestro primer alojamiento, para explicarles que nuestro check in era imprevisible en cuestión de horario, nos dijeron que nos dejarían la puerta abierta y la llave con el nombre de nuestra habitación en el recibidor. A todo esto, he de explicaros que teníamos contratada la noche con desayuno en Borgarnes B&B, a unos 80 kilómetros y no en los alrededores de Reykiavik, o sea que de momento íbamos haciendo panes como tortas o tortas como panes,…. Es un decir

Menos mal que la noche en el país “se hace de rogar”, y gracias a ello el viaje hasta Borgarnes fue más sencillo, eso sí atravesando el túnel de peaje, en lugar de rodear el mar. Creo que serían las tres de la mañana cuando llegamos al B&B, y sí, sí, …allí estaban: la puerta abierta, las llaves dentro de un sobre con el password para la wifi y el horario de desayunos (de 8 a 10). Al fin nos acostamos, sin nuestra vuelta de reconocimiento por la capital, pero contentos por no tener que pasar la noche al raso, os aseguro que hubiésemos fenecido por congelación.

 

Nos relajamos el poquito tiempo que nos quedaba para disfrutar de la acogedora y cálida habitación, (con su suelo radiante) y sin MOQUETA, ¡Odio las moquetas!, su edredón maravilloso y un baño limpísimo y amplio para nosotros solitos.