miércoles, 24 de septiembre de 2014

DE NAIROBI HASTA SAMBURU.



Esa era nuestra intención, lo que dice el título de esta etapa, aunque hubo modificaciones de emergencia. 

Tras el tedioso viaje: primero de tren, luego de avión, luego otro avión, llegamos a Nairobi ya de noche, hacia las 21 horas y con el horario perfectamente previsto. El encuentro con la persona que nos había ido a buscar al aeropuerto, de Concorde Hire Car, fue rápido y eficiente, con nuestro conductor George llegamos al hotel íntegros, aunque algo cansados.

Desayunando en Prideinn
Con mis colegas cocineros del Prideinn, simpatiquísimos.

La estancia en el http://www.prideinn.co.ke/?page_id=157 sin ser nada del otro mundo, fue estupenda, con un feliz descanso y buen desayuno, después del cual, George nos vino a buscar, nos llevo a la oficina de alquiler de coches y nos “presentó” a nuestro Suzuki Maruti y al equipo de Concorde Hire Car, nos acompañó al Centro comercial Sarit Center que estaba muy cerca, fuimos paseando bajo la lluvia y sobre los charcos, pues ya nos dimos cuenta que las aceras y calzadas dejan mucho que desear en cuestión de asfalto y de trasiego, se diría que es como estar en una ciudad europea pero con malas infraestructuras. En el Sarit nos registraron para poder acceder, todo ello a causa del atentado ocurrido en otro centro comercial de Nairobi en septiembre del año 2013, ahora, nos explicaron la seguridad a las grandes superficies está demasiado vigilancia, yo me sentí como que entraba a un lugar militar o algo similar. Allí pudimos cambiar euros a chelines keniatas, (a peor cambio que si lo hubiésemos hecho en el aeropuerto, todo hay que decirlo), compramos una tarjeta de teléfono para el país y nos aprovisionamos de víveres y garrafa grande de agua, ¡ah! Y también hielos pues llevábamos nevera de campo.
Entrada al restaurante "Trucha"
Con esperanzas e ilusión, partimos hacia Isiolo por una carretera que parecía mejor de lo imaginado, después de una hora para salir de la ciudad de Nairobi por el colapso del tráfico, continuamos unas dos horas de recorrido, hasta llegar al Restaurante Árbol Trucha, www.trout-tree.com/ , que se encuentra en la carretera principal de Nairobi a Nanyuki, en un desvío a la izquierda a 100 metros, con el río Burguret, donde nos habían recomendado comer y que me sorprendió gratamente, por lo curioso del paisaje, por las piscinas criadero de truchas, por lo original del restaurante en sí y por la tabla estupendísima que comimos de distintas elaboraciones de trucha con brochetas de verduritas y patatas fritas, todo ello amenizado por la compañía de distintas razas de monos que intentaban sacar provecho de los suculentos platos.

Tabla de truchas con los criaderos al fondo.
En realidad no sé muy bien cómo pudimos disfrutar de la comida, pues al aparcar en el restaurante, se nos partió la llave del coche y  no podíamos continuar, a no ser que alguien viniera a darnos una solución. 

Afortunadamente, el parking estaba con un vigilante, a quien hoy recuerdo como nuestro gran salvador, le explicamos lo ocurrido y llamó a Nairobi, nos acompañó en todo momento, incluso después de haber terminado su jornada laboral, las 18 horas, nuestra nueva llave llegó alrededor de las 18h y 30 minutos, después de llamar unas cinco veces. En esto, nos había dado tiempo a comer, a hacer la digestión y a desesperar porque creíamos que nos tocaría dormir allí, con la única compañía de los colegas monos. 

En busca de los plátanos del coche.
Ya entrada la noche, fuimos conscientes de que no podíamos llegar a Samburu y que el resto del camino lo haríamos de noche, algo que nos habían aconsejado que no hiciéramos nunca. Obsequiamos a nuestro salvador-vigilante con balones de fútbol y camisetas pues supimos que los fines de semana los dedicaba a entrenar a chavales de Nayuki y le acercamos a su pueblo. Además, tuvimos que negociar para cambiar el alojamiento de aquel día con el del segundo, así que nuestra meta a Samburu se convirtió en conformamos con encontrar Rangeland Hotel, antes de llegar a Isiolo, algo que conseguimos por carreteras llenas de hoquedades, sin casi iluminación y sin señales de tráfico, (ni verticales ni horizontales), ¡TODA UNA ODISEA!, con el GPS sin batería puesto que el cargador del mechero no funcionaba.

Sé que pueden parecer pesados tantos detalles pero esa fue nuestra experiencia y me gustaría que a nadie le ocurra en un futuro.

A los 30 minutos de llegar y acomodarnos en el hotel nos dimos cuenta que estábamos solos en el recinto, lo que significa que si hubiésemos llegado un poquito más tarde nos tendríamos que haber conformado con dormir en nuestro coche. Con todo esto quiero decir, que a pesar de los avatares fuimos afortunados, dormimos en cama confortable, (con algún mosquito que otro), una buena ducha y un recinto formidable. Me sentí orgullosa por lo bien que habíamos sido tratados y que nuestro vigilante-salvador se fuese con la convicción de que había encontrado unos grandes amigos.

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