Esa era nuestra intención, lo que dice el título de esta
etapa, aunque hubo modificaciones de emergencia.
Tras el tedioso viaje: primero de tren, luego de avión,
luego otro avión, llegamos a Nairobi ya de noche, hacia las 21 horas y con el
horario perfectamente previsto. El encuentro con la persona que nos había ido a
buscar al aeropuerto, de Concorde Hire Car, fue rápido y eficiente, con nuestro
conductor George llegamos al hotel íntegros, aunque algo cansados.
Desayunando en Prideinn |
Con mis colegas cocineros del Prideinn, simpatiquísimos. |
Entrada al restaurante "Trucha" |
Con esperanzas e ilusión, partimos hacia Isiolo por una
carretera que parecía mejor de lo imaginado, después de una hora para salir de
la ciudad de Nairobi por el colapso del tráfico, continuamos unas dos horas de
recorrido, hasta llegar al Restaurante Árbol Trucha, www.trout-tree.com/ , que se encuentra en la
carretera principal de Nairobi a Nanyuki, en un desvío a la izquierda a 100
metros, con el río Burguret, donde nos habían recomendado comer y que me
sorprendió gratamente, por lo curioso del paisaje, por las piscinas criadero de
truchas, por lo original del restaurante en sí y por la tabla estupendísima que comimos de distintas elaboraciones de trucha
con brochetas de verduritas y patatas fritas, todo ello amenizado por la
compañía de distintas razas de monos que intentaban sacar provecho de los
suculentos platos.
Tabla de truchas con los criaderos al fondo. |
En realidad no sé muy bien cómo pudimos disfrutar de la
comida, pues al aparcar en el restaurante, se nos partió la llave del coche
y no podíamos continuar, a no ser que
alguien viniera a darnos una solución.
Afortunadamente, el parking estaba con
un vigilante, a quien hoy recuerdo como nuestro gran salvador, le explicamos lo
ocurrido y llamó a Nairobi, nos acompañó en todo momento, incluso después de
haber terminado su jornada laboral, las 18 horas, nuestra nueva llave llegó
alrededor de las 18h y 30 minutos, después de llamar unas cinco veces. En esto,
nos había dado tiempo a comer, a hacer la digestión y a desesperar porque
creíamos que nos tocaría dormir allí, con la única compañía de los colegas
monos.
En busca de los plátanos del coche. |
Ya entrada la noche, fuimos conscientes de que no podíamos llegar a
Samburu y que el resto del camino lo haríamos de noche, algo que nos habían
aconsejado que no hiciéramos nunca. Obsequiamos a nuestro salvador-vigilante
con balones de fútbol y camisetas pues supimos que los fines de semana los
dedicaba a entrenar a chavales de Nayuki y le acercamos a su pueblo. Además,
tuvimos que negociar para cambiar el alojamiento de aquel día con el del
segundo, así que nuestra meta a Samburu se convirtió en conformamos con
encontrar Rangeland Hotel, antes de
llegar a Isiolo, algo que conseguimos por carreteras llenas de hoquedades, sin
casi iluminación y sin señales de tráfico, (ni verticales ni horizontales),
¡TODA UNA ODISEA!, con el GPS sin batería puesto que el cargador del mechero no
funcionaba.
Sé que pueden parecer pesados tantos detalles pero esa fue
nuestra experiencia y me gustaría que a nadie le ocurra en un futuro.
A los 30 minutos de llegar y acomodarnos en el hotel nos
dimos cuenta que estábamos solos en el recinto, lo que significa que si
hubiésemos llegado un poquito más tarde nos tendríamos que haber conformado con
dormir en nuestro coche. Con todo esto quiero decir, que a pesar de los avatares
fuimos afortunados, dormimos en cama confortable, (con algún mosquito que
otro), una buena ducha y un recinto formidable. Me sentí orgullosa por lo bien
que habíamos sido tratados y que nuestro vigilante-salvador se fuese con la
convicción de que había encontrado unos grandes amigos.
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