martes, 7 de octubre de 2014

A NAIROBI DE NUEVO.



Una de las puestas de sol del Mara.

A las 8 en punto de la mañana,“nuestro masai” estaba como un clavo esperándonos, con cara emocionada, con sus “ropas de los domingos” es decir ya no de masai y como no podía ser de otra manera sin quitarse sus “poderosas nuevas gafas de sol”. Nuevamente, éramos los más afortunados del mundo, porque volvimos a tener el privilegio de ir “por la alfombra grande” de los masais, caminos imposibles para quien no sea nativo, fuimos con todas las garantías, lo gracioso era que nuestro masai aprovechando la ocasión de disponer de vehículo hizo al menos tres recados para otras gentes del lugar, compró algo en un poblado y lo entregó en el siguiente que paramos, adonde también cogimos a dos personas, que luego nos presentaría como su hijo mayor de 20 años y su hijo pequeño de 10, (que era quien estaba enfermo de malaria, aunque no tenía mal aspecto, solamente cojeaba un poquito), fue increíble la cara de miedo y de sorpresa que llevaba el pequeño nada mas subir al coche, en un principio no se atrevía ni a respirar, mucho me temo que era la primera vez que montaba en un coche con unos blancos, pero poco a poco cogió confianza y comenzó a charlar. La llegada a Narok fue maravillosa, estoy convencida que aquel niño estaba viviendo experiencias hasta entonces nunca vistas. Hicimos una foto de recuerdo con los tres y conmigo, y nos despedimos emocionados, arreglando previamente con alambres y cuerdas la matricula del coche.

La entrada del campamento Aruba con su inquilino permanente.

La carretera hasta Nairobi la encontramos llena de burros sin acompañantes, de ovejas, cabras, vacas y de vez en cuando, mandriles expectantes de garrapiñar  cualquier mercadería de los coches, cantidades ingentes de mercaderes y finalmente, un tramo de media montaña lleno de camiones, difíciles de adelantar y chicos en las orillas asando en carbón vegetal mazorcas de maíz a los camioneros, Íbamos nuevamente alucinados.

Una de las estampas más curiosas del camino.
Llegamos a las 14 horas a las oficinas de Concorde Hire car, nos reencontramos con George y le explicamos todas las incidencias del vehículo: La matrícula se ha caído, el capó va reparado con gomas del pelo para que no se vaya abriendo, el cargador del mechero no funciona, la bayeta de limpiar los cristales ha desaparecido, el abridor de la puerta del copiloto parece que se va a partir de un momento a otro, el espejo o más bien los espejos retrovisores no se están quietos con lo que se hace imposible su uso, la amortiguación es durísima, y nuestros huesos, como dice la canción: “tengo los huesos desencajados, tengo el cuerpo muy mal, pero….UNA GRAN VIDA SOCIAL”. Lo único que ha ido bien es que las ruedas no se han pinchado (y eso que habíamos exigido llevar dos ruedas de repuesto, gracias a la información de otros viajeros), en fin que la próxima vez tendremos que ir cuatro personas y alquilar un 4x4 mejor. Concluyendo, ¡lo barato sale caro!, aunque sé de uno que disfrutó cual si manejase coches de choque o algo similar, vulgarmente, lo que se dice: disfrutar como un enano, conduciendo un 4x4 por los carreteras/caminos de Kenia.

En Nairobi.
Nos fuimos a hacer tiempo a Sarit Center, a comer, a hacer algunas compras, pues habíamos quedado con Patrick, otro conductor de Concorde, para que nos llevase al aeropuerto a las 18 horas.  Estuvimos un rato muy agradable en un café, https://www.facebook.com/CasualBiteKe fuera del Centro comercial, pues a mí los centros comerciales no me gustan, donde la amabilidad de la camarera, el buen café y el poder comunicarnos por wi-fi con España nos dio un poco de paz.

El desplazamiento hasta el aeropuerto fue no apto para cardíacos, debido al caos de tráfico, ya que era viernes y debe de ser habitual. Aunque Patrick nos guió e informó, contándonos dónde estaban las embajadas y algunas cosillas más.

Esta foto es en Nairobi ciudad, yendo al aeropuerto.

El resto del viaje no merece la pena contarlo, pues muchas horas de espera, mala suerte en Londres por los controles, se pensaron que llevábamos droga por los paquetes de café que compramos a última hora.

Aparecimos en Madrid el sábado día 13 por la tarde, según lo previsto. Lo mejor fue el acompañante de avión desde Londres a Madrid que nos amenizó el camino, era un abogado mejicano que recorría él solo Europa y que venía de Dubai.

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