martes, 7 de octubre de 2014

SEGUNDO DÍA EN MASAI MARA.



“Nuestro masai” estaba como un clavo esperándonos por la mañana con la satisfacción de pasar nuevamente el día con nosotros, incluso, nos aconsejó que llenásemos el depósito de gasolina, algo que ya habíamos hecho el día anterior. 

la habitación del Aruba Mara Camp.

Lo que no esperábamos, ni por asomo, es que Paul, os acordáis (el segundo salvador), había tenido el detallazo de ir a visitarnos y quiso hacer de guía nuestro sin cobrarnos nada, como muestra de agradecimiento. Le agradecimos su intención y le explicamos que ya habíamos acordado con “nuestro masai”, lo entendió y nos dijo que habíamos hecho una estupendísima elección porque además así le ayudábamos económicamente. Contratar a “nuestro masai” fue un gran acierto, pues continuamente nos guiaba fuera de los caminos marcados por el parque, cosa que si hubiéramos ido solos seguro que no hubiésemos hecho, además el lío de caminos era tremendo, no sé si hubiésemos sido capaces de regresar cada día a nuestro alojamiento sin perdernos.

Vista desde la tienda del Aruba.
Esa mañana nos adentramos en la zona del río Mara y vimos: cocodrilos, hipopótamos (grandes y pequeños) y un montón de los animales habituales. Estuvimos en un mirador desde donde se divisaba el Mara Triangle y la zona del parque que pertenece a Tanzania, llamado allí Serengueti.

Avestruz macho que era vistosa y enorme.
Algunos de los varroñeros, estos eran feísimos e impresionantes.
El primer cocodrilo.
"bebés de hipopótamos",
Mientras observábamos las impresionantes manadas de ñués y disfrutábamos de las bastas extensiones del parque, nuestro masai nos contó que tenía un “big problem”, su hijo de 10 años tenía malaria, ya la había padecido de bebé y había vuelto a resurgir la enfermedad, nos pidió que si podríamos llevarle al día siguiente hasta Narok para poderle poner una inyección para su cura, le dijimos que sí, pero que partiríamos hacia las 8 de la mañana. Fue en este espacio de tiempo cuando nos contó que tenía 6 hijos y 13 vacas, yo le dije lo que él decía siempre de los felinos: “There are many many” y él contestó[b] “no many many, normal”. Le preguntamos si habían oído hablar acerca del ébola, y no hubo modo alguno de entendernos, nuestro masai había llegado a la conclusión de que en nuestro país la malaria se llama ébola. Pensé que era mejor así, sin conocer lo que ocurre en el mundo de alrededor.

Ñués con elefante paracomparar tamaños.

Por la tarde, después de hacer un inciso para comer en el campamento, volvimos con la esperanza de ver al único animal que no habíamos conseguido encontrar, el leopardo. Nuestro masai nos recorrió todos los posibles “leopard homes” sin fortuna. Así que no conseguimos completar la lista de los “big five game animals”, que son: el león, el elefante, el búfalo, el rinoceronte blanco y/o negro y el leopardo, lo que significa que tendremos que probar en otra ocasión, fue el único sueño sin cumplir. Bueno, tampoco logramos ver el apoteósico cruce de ñués, aunque lo intentamos. Al menos dormimos en una tienda llamada LEOPARDO.

León anciano y cercano.
Mamá elefanta con su elefantín.
Búfalo comiendo.
Cabeza de rinoceronte negro.

Llegamos al campamento siendo ya plena noche pues nuestro masai exprimió al máximo el intento de cumplir nuestras expectativas, le pagamos 6000 chelines por los dos días, (unos 55 euros), le regalamos unas camisetas y unas gafas de sol, parecía el hombre más satisfecho del mundo. Nos despedimos de él hasta el día siguiente.

Todo el día fue perfecto, a no ser por la decepción de no divisar leopardos, y eso que estábamos cansados de oír que en la Reserva del Mara hay “many many”, es cierto que se camuflan muy bien en los árboles y que se hace casi imposible verlos, además nos dimos cuenta que la matricula del coche estaba doblada y totalmente suelta, quedaba para el día siguiente buscar como “apañarla”. Después de cenar y pasar un rato por el campamento, dirigiéndonos ya a nuestros aposentos y sabiendo que finalmente teníamos agua caliente, aún tendríamos una sorpresa, un chavalín, que no tendría ni 18 años se acercó a nosotros para informarnos que había un búfalo en la puerta de nuestra tienda, así que el pobre chico que se dedicaba, (supongo que por poco salario), a pasar la noche vigilante para que los clientes, como si fuésemos VIP no fuéramos molestados por “las fieras”.

Aquella noche nos enteramos de que a nuestro masai le dejaban un pequeño cobertizo donde pasar la vida dentro del campamento y que solamente visitaba a su familia, ocasionalmente, pues su casa estaba a más de 12 kilómetros del Aruba Mara Camp. Estamos casi seguros que aún hoy recordará nuestros ratos de convivencia y los momentos de risas gritando: “MARUTI, MARUTI”, para dar ánimo al Suzuki para cruzar ríos, todo tipo de arroyos, caminos totalmente irregulares, etc, etc....

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