viernes, 3 de octubre de 2014

AHORA A NAKURU.

El día 7 desayunamos catando los diferentes tés y cafés, frutas magníficas de nuevo y una tortilla con alubias (tipo irlandés)


charlamos: de: comidas y bebidas (la mejor manera de tomar el té), de cómo pasaban los días en plena naturaleza, de posibilidades de hacer durante un mes excursiones en burro por toda la zona norte de Samburu para conocer paisajes preciosos a los cuales era prácticamente imposible acceder en coche, de mecánica y todas sus posibilidades visto el estado de los vehículos, de la carestía de vida en relación a los salarios, de por dónde ir mejor a Nakuru pero perder las mejores imágenes,…. Nos preparamos, hicimos alguna foto y nos llevamos a Marisa hasta Nanyuki pues casualmente ese día partía hacia Londres, fenomenal pues hizo de guía para salir del parque e indicarnos el camino y a ella le evitamos un duro viaje en matatu, (para quien no lo sepa, un matatu es un coche colectivo, que recoge en la carretera viajeros, mercancias y equipajes), en realidad cada matatu que veíamos nos recordaba a aquel juego famoso de los años 80 llamado tetris, era milagroso ver como aprovechan cada milímetro de espacio cargando personas y bultos.

Los muchos Dik-dik que miraban con mucha curiosidad.
 
Desde Isiolo a Nakuru el camino fue infernal de agujeros y baches, teníamos previsto hacer una parada en las cataratas Thompson en las afueras de Nyahururu, en los montes Aberdare y el río Ewaso, no nos dimos cuenta de que era domingo y los accesos a ellas estaban, literalmente, invadidas de visitantes y de mercadillos que parecían querer venderte hasta su alma, os imagináis que no nos atrevimos ni a salir del coche puesto que llevábamos todas nuestras pertenencias, así que nos fuimos a un lugar apartado donde había menos trasiego y charlamos con un joven soltero que iba disgustadísimo porque le hacían ir a misa los domingos y lo que es peor aún, vestir de traje, lo de soltero lo digo porque era muy triste para él estar todavía soltero, además del joven había un pastor de unos 18 años y alguna persona más, así que nos pusimos a comer de nuestras provisiones, cuando pasó un niño a quien le ofrecí una triste galleta integral, esto hizo que me pagase el detalle con la mejor de las sonrisas y que otros niños y jóvenes saliesen como de la nada para pedir más galletas, ¡qué caras de satisfacción!. Hasta el pastor se acercó y le regalamos camisetas, creo que hicimos la gran caridad del día, me sentí como la salvadora de personas estupendas y agradecidas y al mismo tiempo tuve sentimientos de tristeza por el trato de superioridad recibido, tengo el convencimiento que nos veían con ojos que adoran a sus Dioses.

En el Lionking en la despedida.
 Se me olvidaba que ese día también hicimos una paradita en la línea del ecuador, ya sabéis donde el agua no gira a derecha ni a izquierda, y que te intentan sacar hasta los “higadillos” haciéndote una demostración con un caldero y te agobian para que entres en sus tiendas a comprar algún souvenir, fue divertido aunque regalamos algunos euros que llevábamos sueltos.

La línea que divide los dos hemisferios.
También vimos mercadillos entre las vías del tren y más y más aglomeracion
es por caminos y carreteras, la única diferencia con respecto a días anteriores fue que la gente iba con sus mejores galas, algunas niñas parecían que iban de primera comunión y los niños de traje y corbata con aspecto de hombrecillos enanos, cuestión de costumbres, ¡TODO SEGUÍA SORPRENDIÉNDONOS!.
 
 

Llegamos al pueblo de Nakuru sanos y a salvo, encontrando muy pronto entre el caos del pueblo y su tráfico los accesos a nuestro hotel, el http://www.kivuresort.co.ke/ , en la calle flamenco, “flamingo road”, y que sabíamos que si continuábamos por ella, nos llevaría por la mañana temprano directamente a la puerta del Parque Nakuru.

Jardines del Kivu retreat.
Tras acomodarnos y adecentarnos del polvo de los caminos,  teniamos que repostar nuestro “super Suzuki Maruti” y salimos a buscar una gasolinera, según nos acercábamos al centro, el caos circulatorio era cada vez mayor,
encontramos una gasolinera pero no aceptaban tarjeta, así que nos indicaron una de las dos únicas que había en Nakuru que sí que las admitían, una vez allí repostamos y el “cobrador” se penso que regalábamos el dinero, menos mal que estuvimos atentos porque nos queria cobrar 10€ de más. de nuevo entre el caos circulatorio regresamos al hotel.
Así de raras eran las duchas.

Dormimos estupendamente en una cama algo dura y con algún mosquito que otro, pero que con nuestra super-mosquitera y los repelentes de insectos nos respetaron, todo bien, incluida la ducha que funcionó a la perfección.

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