martes, 26 de marzo de 2013

EUTANASIA


Hoy para mí, y especialmente para mis hijos, ha sido un día duro porque en la vida hay decisiones difíciles de tomar. Sabéis lo complicado que resulta ver que alguien, (ya sea animal racional o irracional), es decir, persona o animal de compañía, ver que te pide con la mirada o con su actitud que le ayudes a dormir eternamente para dejar de sufrir.











Hace un año y algunos meses, ví en mi padre esa suplica, sin hablar, nos mostraba con su vista perdida el hecho de estar cansado de sufrir como consecuencia de un cáncer de pulmón, sabiendo que nadie le devolvería su salud de nuevo y que lo que le quedaba era todo un calvario, sé que se sentía como un pez  al cual alguien le ha sacado del agua, y que a pesar de todo, los profesionales de oncología intentan infundir ánimos, proporcionando alimento y todo tipo de “perrerías” médicas, mientras el pobre, con plena capacidad mental, era consciente de encontrarse en el corredor de la muerte. Y yo recordando, no paro de cuestionarme, ¿qué es más ético facilitar una inyección y provocar un dulce sueño, aunque sea eterno, o seguir aplicando todo tipo de recursos dolorosos y vanos en un intento desesperado de alargan una vida, sin calidad de la misma, que ya no tiene remedio?

Pensé que nunca iba a tener que pasar por algo así, sin embargo, aunque entre lágrimas, y aunque no sea comparable el caso de un padre con el de una mascota, hemos tenido que elegir la eutanasia para la gata que formaba parte de la familia desde hacía casi 12 años. Y ojalá hubiese podido hacer lo mismo con mi padre.

Ahora que estamos en Semana Santa, recuerdo con especial tristeza el “Vía Crucis” que sufrió mi padre durante un año de quimioterapia, radioterapia, desesperaciones diurnas y nocturnas, ingresos hospitalarios hasta que le llegó el momento de partir, con lo sencillo que hubiese sido si no la eutanasia al menos el no alargar tanto el sufrimiento.

Insisto, aunque no sean casos comparables, hoy he visto como “LUNA”, nuestra gata, dormía en paz después de sufrir en silencio, victima del maldito cáncer,  sin querer comer desde más de 48 horas, escondiéndose de la luz, (con sus pupilas dilatadas), y esquivando incluso las caricias de todos cuantos la queríamos, estoy segura que después de visitar al veterinario nos agradecería si pudiese expresarlo que le hayamos concluido su dolor.

Lamento que si algunos de los que podáis leer esto os lleve a pensar en que soy un monstruo, sólo os digo que creo que es un acto de generosidad, y que los únicos que perdemos somos los que nos quedamos aquí, sabiendo que no recuperaremos a quienes tanto cariño, amor y comprensión nos manifestaron.

Sólo pido que esta perorata, que pueda resultar pesada, para mí está siendo terapia para “reponerme” y lo más importante quiero que esta entrada sea un gran homenaje a esos animales de “compañía” que lo dan todo a cambio de nada. Ya me gustaría a mí ver esto en todos los humanos o que al menos se hacen llamar humanos.

¡HASTA SIEMPRE LUNA!, echaremos en falta tus caricias, refrotes y ronroneos.




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